Hace 5 años pesaba 130 kgs con 37 años y
llevaba una vida de sedentarismo total. Fumaba, comía mucho y mal y
anímicamente no era nada feliz hasta que un día el médico me encontró grasa
en el hígado y me pegó un explicote sobre qué quería hacer con mi vida y,
aunque en ese momento me sentó fatal, llegue a casa, me lo planteé y decidí
dar un giro de 180 grados a mi vida.
Empecé por la alimentación cambiando mi
estilo de vida total en todos los aspectos, y empecé a andar siete kilómetros
o una hora todos los días.
Todos esos días siempre venía escoriado en los muslos. Recuerdo que me
tendía en la cama y mi mujer me curaba y al día siguiente, aunque aún no se
me había ido, nunca fallaba y me volvía a ir a andar, aunque volviera una y
otra vez escoriado, hasta el punto de que ya llevaba varias capas de escoriado
en los muslos, de cada uno de los días. Y así un día y otro, de lunes a
domingo, sin fallar ni uno.
Además de dejar de comer, dejé a la vez de fumar, con lo que conlleva pasar
las dos ansiedades a la vez pero tiré para adelante.
Así me tiré más de un año, andando, hasta que el andar, como Iba solo, me
empezó a aburrir y decidí empezar a combinar el andar con el intentar correr.
El primer día, recuerdo que mi intención era correr diez minutos, pero a los
cinco me tuve que parar. Entonces empecé a hacer siete kilómetros andando
y a dar una vuelta a una manzana que elegí de debajo de mi casa corriendo.
Conforme empecé a correr más, me propuse dar cada día una vuelta más a
dicha manzana y me puse como reto que el día que diera una vuelta más a las
que estaba acostumbrado debía estar muy muy seguro porque, al día siguiente,
tendría que dar siempre, mínimo, las mismas que el día anterior, nunca
podría bajar una menos.
Así que si no estaba seguro de poder
darla, no la daria. Al final y en pocos meses, de cinco minutos le daba más de
veinte vueltas a la manzana y ya andaba siete kilómetros y corría otros siete
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